About me

Mi nombre es Victoria Contreras Flores y hago música que a menudo algunos califican como “rara”, aunque mis procesos son muy sencillos. Para componer utilizo un piano/teclado electrónico de ocho octavas con teclas de tamaño convencional. Su conexión midi, a través de un programa de software, me permite grabar en tiempo real lo que comienzo improvisando (cuando es para video, directamente sobre las imágenes que veo por primera vez), dejándome llevar por algo tan superficial como es la emoción inmediata. Más tarde, una vez concretado más o menos el primer arrebato, intento escuchar “desde afuera” el artefacto. Y corrijo, edito y arreglo, cambio instrumentos (prefiero los que suenan más “reales”: piano, cuerdas, vientos, bajos, percusiones), añado capas y claroscuro, ordeno caos como si me fuera ajeno. No suelo cambiar sustancialmente la dirección de lo que se desencadenó primero. Salvo en raras ocasiones (15 segundos de un cover que no intenta disimularse, sino que funciona a modo de cita al final de una escena, una pieza medieval japonesa que incorporo en otra, como un muzak de ascensor), nunca utilizo samples. Los únicos loops ajenos o pre-programados que utilizo son sonidos grabados de la realidad (emitidos por humanos y otros animales, sonidos de la naturaleza, sonidos de la ciudad, de las cosas), que me gusta entender como instrumentos.

Soy responsable de todas y cada una de las notas y acordes y, aunque a excepción de mi teclado utilizo instrumentos que no son reales, sí lo son mis decisiones, mi oído, mi sentido del ritmo, mi memoria sonora, la emoción que me mueve y el tiempo en el que todo junto se ejecuta, al menos, por primera vez. La música, aunque sea grabada desde que se inventó el fonógrafo, al menos para mí, está ligada tanto a la emoción inmediata como a su recuerdo.

Finalmente, cuando doy el trabajo por terminado, intento distanciarme aún más y ecualizar el conjunto de la forma más correcta posible, porque el medio me obliga a ser también el aprendiz de director de la orquesta que me interpreta y a la vez el aprendiz de ingeniero de sonido que lo graba. No me quejo: dispongo de las herramientas que me permiten intentarlo y divertirme creo que casi tanto como si lo fuera en realidad.

Mi generación creció en el PUNK. Un punk aseado, es cierto, de clase media, de universidad, pero que igualmente pretendía expresarse sin prejuicios en cuanto a la música y los instrumentos. David Byrne, Joy División, Bowie, Lou Reed, pero también Prince, new wave y post-punk, elementos de estilo del punkrock, del rock progresivo y el funk predominante en las discotecas de los ochenta (antes de que arrasara el tecno energúmeno electrónico alemán, a partir del cual dejó de divertirme ir a bailar), pero también música popular, flamenco, fanfarrias, bandas en procesiones religiosas, aires arabes, influencias culturales del pop, el jazz, la música clásica y el minimal, claves musicales experimentales y mínimas, pero también sonidos de la naturaleza -latidos, respiraciones, animales, vientos- , y marcas desagradables como las máquinas, ruidos de la ciudad, sirenas, ladridos, taladros y motores. Sin saber entonces que mi formación clásica iba a tener que surfear la centrifugadora del advenimiento de la era digital, no podría enumerar influencias simplemente porque toda la música creada y su Historia lo son para mí. Siempre escucho atentamente cualquier novedad musical independientemente del género en el que se inscriba, y siempre aprendo algo nuevo.

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