Música para microfilms

Alberto Adsuara continues to trust on me for the music of his latest microfilms and I thank him for the opportunity to experiment by composing very short pieces for sequences that are already visually impressive. Music doesn’t need words either, but I take advantage of the blog, as I have been doing, also as a simple record of my process.

Alberto Adsuara sigue confiándome la música de sus últimos microfilms y yo le agradezco la oportunidad de experimentar componiendo piezas muy cortas para secuencias que ya resultan visualmente impactantes. La música tampoco necesita palabras, pero aprovecho el blog, como vengo haciendo, también como simple registro del trabajo.

Wrong Lovel

La secuencia exige cambiar radicalmente el tempo, el tono y también la instrumentación que utilicé en el microfilm anterior. No dudo en partir de la base rítmica de un latido y no dudo en trabajar sólo con percusión. Dispongo de una batería interminable que recoge el más leve movimiento de mis músculos sincopando huecos del ritmo que acumulo superponiendo capas/pistas. Tras dos horas de diversión obsesiva, la grabación me ha salido tan fácil y “visceral” que esta vez no tengo dudas: mañana la lijo y la pulimento. Al día siguiente la encuentro asilvestrada en exceso y me parece sólo una buena base. Ajusto afinación, volúmenes y redobles y añado un bajo para que se entienda mejor “la melodía”: podría orquestar todas las que subyacen y añadirlas (y tal vez acabe haciéndolo), pero por la tarde vuelve a resultarme imprescindible su rudeza y la doy por terminada así desnuda. Aquí sí utilizo loops de audio real: un masticar y unos besos, que me gustan crudos y no disimulo. El microfilm no incluye la versión definitiva de la música (el realizador no es culpable de mis infinitos retoques), que sí se puede escuchar aquí en Soundcloud.

Ser o no ser

“Cállate (durante un rato)” es lo que me digo a mí misma a menudo y es el título que le he puesto a esta pieza, que sí es original y me ha salido casi de un tirón para Ser o no ser. Al terminarla, me parece tan delicada, sensual y risueña como la secuencia merece, pero no sé si con la mañana me parecerá un horror (o quizá que el tono impone demasiado mis propias conclusiones): se la mando sin barbecho al realizador. Sus comentarios me ayudan a simplificar efectos: cambio el “acordeón” (… que en realidad era un saxo alto, y se suponía que debía sonar a eso) por un “fagot” (si es que consigo que lo parezca!).

Intento mejorar el sonido. Lo único que no me gusta es culpa mía en la calidad del audio de los vídeos finales: determinados volúmenes, ecos y reverberancias que, aunque espero que no note todo el mundo, a mí me irritan como errores cada vez que los oigo. Me temo que necesito dedicar tiempo a aprender a ecualizar: vuelvo a agradecerle a Adsuara esta nueva oportunidad… junto con su falta de escrúpulos. El microfilm no incluye la extensión completa de la música, que sí se puede escuchar aquí en Soundcloud.

DeathBlues

Para DeathBlues recurro a un tema que ya tenía compuesto: Winter Quarter/ Cuartel de Invierno. Al inicio entran los primeros cuernos (o a eso pretendía que sonaran) y al momento la vocación de danza de castillo, de minueto triste. Textura y color que me parecieron adecuados a los del microfilm, tanto como el hecho de que la melodía tenga, en este caso, un final (más redundante en lo palaciego todavía) que siempre me sonó a final del cuento: colorín colorado y un libro en la secuencia se ha cerrado.

Iba a darla por terminada tal cuál pero seguía sintiendo como un fracaso no proporcionarle un blues a una obra que ya en el propio título manifestaba claramente su voluntad. Sin más expectativa que la del experimento, le di una vuelta de tuerca a la pieza cambiando la instrumentación de cuerdas, flautas traveseras y piano a contrabajos, vientos desgañitados y acústica y…. oh! ¿qué me encuentro? ¿un blues que no lo es? ¿un regusto a San Bernard Herrmann de TaxiDriver -definitivamente, no tengo vergüenza-? Edito los dos temas para que encajen en el montaje de video: su estructura es idéntica y sólo varía la instrumentación. Espero que Alberto decida.

Y me responde: “He escogido la primera, pero he dudado bastante. la segunda tiene un aire a procesión de Semana Santa gaditana que me entusiasma, con saeta incluida.”¡…!…. La perspicacia de mi amigo me proporciona sin saberlo un momento impagable de pasmo y revelación: ¡qué TaxiDriver ni qué metrópolis!, ¡qué calles de NY ni Los Angeles!: ¡me ha salido una procesión! No podría hacerme más ilusión: me duermo acordándome de Buñuel y de Solana, y también recordando otras fanfarrias (¿cómo podría comprenderme nacida en esta ciudad sin una banda municipal incrustada en el cerebro?) y cómo, durante los meses de fiestas en los que el oído se resigna a soportarlas interminables e impuestas, de tiempo en tiempo (y suele coincidir con el final del día, cuando la orquesta vuelve cansada del pasacalle, y, o, borracha, y, o, desmembrada), alguna melodía consiguió despertarme del hartazgo obligándome a oler Al-Andalus… aunque fuera durante unos segundos solamente.

Añadida finalmente a Dirty dream, la secuencia hace brillar la música como si hubiera sido creada para ella y dignifica mi composición restituyéndole algo de ese color a jazz oscuro que tanto me entusiasmó reconocer contaminado por las fiestas de pueblo. Por fin estoy satisfecha: esto es blues y es death, sólo que a la española.

Aquí la pieza musical entera: esta versión creo que suena limpia (es mucho más difícil ecualizar vientos).

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